Nuevas aventuras de anticorto

[RELATO SIMPLÓN Y ESPONTÁNEO DE ACTUALIZACIÓN SEMANAL]

Macri, chipriota errante, normalmente en paro pero que ahora trabaja en Londres para una editorial, emprende una aventura para intentar conseguir los derechos de autor de un libro ucraniano de ciencia ficción. Desgraciadamente el soldado está integrado en tropas internacionales y Macri viaja siempre ahorrando.

(English version here)


DÉCIMO CUARTA ENTREGA

El aeropuerto estaba justo en la otra punta de la ciudad. Para ir hacia allí sin cruzar de nuevo el centro, donde el tráfico era tan caótico, tuvieron que tomar por largas avenidas prácticamente sin asfaltar. Era la hora de salida de los colegios y las márgenes del camino estaban llenas de niños de uniforme correteando con sus carteras de libros y mujeres, casi todas en burka, alrededor de ellos. Los barrios periféricos de Kabul rebosaban actividad, vitalidad y hasta color, sobre un fondo de polvo. El polvo omnipresente en este país: en la ropa, en el suelo, en forma de nubes, en las gargantas, en la piel. Si algo unifica Afganistán es el polvo. De hecho en algún lugar Macri había leído algo sobre el polvo afgano que tenía todos los visos de ser una leyenda urbana: que en darsi hay veinte palabras distintas para llamar al polvo. No se lo creyó, porque lo mismo dicen de las palabras para llamar la nieve en inuit, la arena en tuareg y el color verde en el idioma de los indios amazónicos. No es creíble que siempre haya veinte palabras distintas para referirse al elemento que predomina en cada paisaje. Pero que la leyenda se aplicara en Afganistán al polvo, de algún modo venía a describir el país.
Dejaron a un lado el antiguo aeropuerto ruso, sembrado de carcasas oxidadas de antiguos helicópteros y algunos trozos de avión. A Macri le pareció un lugar de lo más fotogénico, con la hierba creciendo alrededor de esos restos de guerra y las estrellas rojas despintándose, pero Ahmed le quitó cualquier ilusión de hacer de turista al explicarle que el lugar estaba fuertemente minado. Luego siguieron un trecho por una avenida interminable y varios barrios de casas de adobe, cuadradas y humildes. De ahí desembocaron en una calle de nuevo animada por el tráfico que fluía en paralelo al río. Iban en silencio, salvo la voz de Ahmed que al llegar a cada cruce le decía el nombre. Todos igual de fáciles de olvidar. Macri iba pensando en lo poquísimo en que conocía de Kabul. Era una ciudad grande y destartalada; al forastero le podría parecer impersonal, y sin embargo seguro que sus habitantes, y no sólo los más ilustrados, conocían cada esquina, le tenían puesto nombre a cada edificio y recordaban anécdotas o historias de cualquiera de sus calles. El río llevaba poco caudal, pese a que estaban a fines de invierno. Se veía sucio y lleno de deshechos. A simple vista parecía que las márgenes del río eran los sitios más animados del lugar. Parecían mercados al aire libre y las casas estaban pintadas de colores. Al poco llegaron al primero de los controles de entrada al aeropuerto, que era también una base militar, lo que explicaba que todo el perímetro estuviera rodeado de gigantescos sacos de arena, salteados por contenedores militares. Y explicaba el alambre de espino por todas partes, de ese redondo al que los ingleses llaman concertina, quién sabe si porque como lleva cuchillas en vez de pinchos o espinos los gritos, cuando te enganchas, son más sonoros. En todo caso el vehículo se detuvo y Macri perdió el aire trascedente que invadía su rostro en los pocos ratos como éste, en que no hablaba con Maru y dejaba que se le fuera la cabeza libremente.
Unos soldados húngaros les pidieron la documentación. Iban, como todas las fuerzas internacionales, equipados con protecciones diversas, incluidas rodilleras y salvacodos que les daban cierta apariencia de robocop. Y sin embargo, pese a la vestimenta agresiva, parecían simpáticos. Ahmed estuvo de acuerdo:
-Todo el mundo prefiere a los húngaros. Antes eran soldados griegos y eran terribles. Malhumorados, bestias y sin la más mínima educación; trataban a la gente a empujones y antes de preguntarte nada, a la primera de cambio, te metían el cañón del fusil en la nariz.
-Extraño, porque el yogurt es mucho más suave que el gulash.
-Quizás -le respondió Maru- pero también es verdad que el gulash se hace en casa, sin prisas en un ambiente hogareño mientras que el yogurt es más frío, más rústico.
-Creo que los europeos estáis todos locos. Yo antes pensaba que erais todos iguales, de hecho aquí se les llamaba a todos americanos. Una de las pocas cosas buenas de esta guerra es que en mi país estamos aprendiendo a diferenciar entre unos europeos y otros.. sin embargo vosotros por mucho tiempo que os quedéis apenas sabéis diferenciar un pastun de un tayico o un uzbeco.
-¿Aquí no tomáis yogurt?
-Tenemos airam, sobre todo. Alguna gente, como los nómadas kuchi, lo meten en unas telas y lo dejan colgado hasta que se hace como una masa, lo llamamos mast y se usa sobre todo para cocinar. Si se deja aún más espeso lo llamamos chakka y es algo parecido al queso... pero bueno... supongo que un occidental lo llamaría todo yougourt, sin más.
-Pues a ver si les entra la vena dictatorial! Tú sabías que los griegos inventaron la democracia.
-No, arabito ignorante no saber qué ser democracia -dijo Ahmed imitando acento de negro colonial- Pues claro. ¿Te has olvidado de que soy historiador? -Maru estalló en carcajadas, pero Macri se limitó a sonreír y seguir con su conversación.
-No me había olvidado. Lo que quería decirte es que eso es mentira. Ellos inventaron que en una ciudad concreta y pequeña había dos o tres mil personas poderosas, todos hombres, que decidían algunas cosas votando, la democracia es algo más contemporáneo… y casi inalcanzable. Es más que nada una idea, como el yogurt.
-¿Te refieres a la democracia americana? Los occidentales creéis que establecer la democracia en un país es poner un parlamento y hacer elecciones. Llegáis a cualquier sitio y lo único que conseguís es que sigan mandando los mismos, pero ahora los clanes de siempre se llaman partidos, y los jefes de los clanes diputados o ministros, pero el sistema es el mismo.
-Oye, tampoco te pases, que no somos todos iguales. Algunos somos un poquito menos obvios.
-Quizás. Por ahora lo único obvio es que saquéis otra vez el pasaporte, que hay que pasar un control más y estamos en el aeropuerto.
Los robocops húngaros fueron correctos de nuevo, aunque meticulosos examinando los documentos. Finalmente el grupo llegó a la terminal del aeropuerto. Sorpresivamente, frente a la entrada había una explanada llena de coches y diversos tipos de barracas y kioscos tan animados como si se tratara de un mercado bullicioso. Las instalaciones del aeropuerto propiamente dicho eran algo vetustas. Macri apenas se había fijado el primer día, como suele pasar cuando vienen a buscarte. Ahora se daba cuenta de que todo era bastante más cutre de lo habitual.
La terminal era un edificio bajo, anticuado. Paredes encaladas y ventanas de madera pintadas de turquesa. Junto a la entrada a un lado cuelga un gigantesco póster con la cara de Masud, el omnipresente héroe nacional; al otro un póster similar con la cara del Presidente Karzai. Ahmed mientras los acompañaba con las maletas les contó que las siglas del aeropuerto, en inglés (Kabul International Airport), son las mismas que usa el ejército norteamericano para denominar a los muertos en combate (Killed In Action). Mal rollito para los centenares de soldados que pasan cada día por aquí.
El vuelo de Naciones Unidas resultó ser prácticamente igual que uno comercial. Facturaron el petate de Macri y la bolsa de Maru y se despidieron de Ahmed, que tenía cosas que hacer. Antes de irse, acompañó a Macri a un tenderete y le compró una tarjeta para el teléfono móvil. Ambos se intercambiaron los números, por lo que pudiera pasar.
Maru y Macri vieron alejarse el Toyota desde la puerta de la terminal. Con los hombros muy pegados, que era casi la única forma de contacto que se permitían en público. Maru sonreía:
-Bueno, por fin solos. Te he dicho que te sienta muy bien el negro -Macri llevaba un jersey negro de cuello vuelto y pantalón vaquero negro, como siempre.
-Creo que sí. Creo que me lo dijiste ayer.
-Mentiroso! no te dije nada!
-Bueno, pero lo pensaste. Te lo noté en la cara. Me mirabas con ganas de follarme.
-¡Cerdito! No hables así, que aquí hay gente que entiende inglés.
-Vale no lo digo, pero lo pensaré. ¿Nos sentamos un poco? Aún falta un buen rato para que salga el avión.
Eligieron una fila de asientos que estaban vacíos en una esquina y se sentaron. Olía mal, pero se resignaron e intentaron acomodarse. Maru le preguntó a Macri por su trabajo y él le estuvo contando que sólo hacía tres meses que había vuelto a Londres, después de un año entero viviendo en Tiflis, Georgia, intentando escribir una tesis sobre relaciones internacionales. La tesis nunca se terminó y a él, a través de una amiga, lo llamaban a veces de una editorial para traducir pequeños textos del ruso o redactar algunas reseñas, tan elogiosas como falsas, para la contraportada de libros de autores del este. En esas estaba cuando le propusieron que se encargara de conseguir los derechos para la edición en inglés del libro de Boris Paton. Él no lo había leído, pero al parecer era una obra "moderna y esotérica a la vez" que estaba teniendo un éxito asombroso en Ucrania. El autor debía ser un tipo estrafalario. Era su primer libro, jamás concedía entrevistas y para huir de la fama había pedido el reingreso en el ejército ucraniano y que lo enviaran a Afganistán en cuanto que los primeros fan empezaron a acosarlo. A Macri su jefe le había encargado que consiguiera esos derechos antes que ninguna editorial de la competencia, aunque tuviera que buscar al autor en pleno campo de batalla.
Iba a preguntarle a Maru por cómo había llegado ella hasta Afganistán cuando se dio cuenta de que no lo estaba escuchando. Se había quedado mirando fijamente a una chica que pasaba. Era occidental, sonriente y cejijunta; relativamente joven; llevaba ropa kaki, un foulard azul al cuello y el pelo rubio, muy rizado. La chica miró a Maru, Maru le sonrió a la chica y ella le devolvió la sonrisa. Y se acercó.
-Nosotras nos conocemos, ¿verdad?
-Hmmm, no recuerdo, pero tu cara me suena. Yo me llamo Maru, trabajo en MEDERA, ¿lo conoces?
-Ah! Claro! Tu eres la francesa de los porros! Nos conocimos en una fiesta en casa de Gerard. Estabas fumándote un porro y él te dijo que lo apagaras.
-Me acuerdo perfectamente de la fiesta...¿tú estabas allí? Es que como me presentaron a tanta gente.
-No te preocupes. Me llamo Lu, Lu Eclestone. Trabajo en el Plan de Eliminación de las Armas Cortas.
-Eso ya sí me suena... este es Macri, que hav enido unos días a un proyecto con nosotros.
-Encantado, Macri Kibris.
-Lu Eclestone...de donde eres? tu inglés es bastante bueno.
-Eclestone, como el de la Fórmula uno? uauuu...eso promete! Nací en Chipre, pero en verdad ahora vivo en Londres.
-Y qué hacéis aquí? vais a Herat ahora en el vuelo de las dos?
-Sí. Tú también?
-Claro, pero ¡cómo se os ocurre sentaros aquí con toda la peste?
-No había más sitio.
-Se ve que lleváis poco tiempo en Afganistán. Aquí cada cosa tiene su truco y hay que aprendérselo. ¿No habéis visto que los demás asientos están vacíos? Los servicios del aeropuerto son famosos en todo Kabul por ser de los más apestosos. Se huelen a kilómetros de distancia. El truco en el Aeropuerto es esperar fuera, que huele mejor y hay menos moscas. Aunque os digan que esperéis dentro. Lo hace todo el mundo, y hasta han puesto un altavoz en la puerta para que desde fuera se oigan las llamadas de los vuelos. Anda, ¿os venís fuera?
Aceptaron y los tres se sentaron en un escalón fuera del terminal, rodeados de vendedores, desocupados, soldados y hasta ejecutivos afganos.

DÉCIMOTERCERA ENTREGA

La pareja salió de su habitación bien entrado el día, en términos afganos al menos. Que en esas latitudes se madruga mucho; amanece temprano y la gente se levanta con el sol. Ellos no. Agotaron el tiempo hasta justo diez minutos antes de que se cortara el agua caliente. Y fueron directos a la ducha, a quitarse los restos de chocolate que tenían por todo el cuerpo. M&M, por supuesto.
Desayunaron de pie. Nestcafé. La casa estaba ya vacía salvo por el payaso catalán, que al parecer salía poco. En la mesa del salón Joe había dejado un sobre para Maru. Dentro había dos documentos oficiales de Naciones Unidas por los que se les reservaba a cada uno una plaza en el avión de las dos hacia Herat. Maru se los enseñó triunfante a Macri:
-Mira, los billetes!
-¿Está el mío también?
-Claro! A ver qué dice el mensaje...mmm... sólo tienes que pagar cien dólares.
-¿Quéee? Pagar? Yo pensaba que era gratis...
-No, qué va! Ahora hay tantísimas organizaciones humanitarias en Kabul que Naciones Unidas cobra los vuelos. Creo que son siempre cien dólares, sea al sitio que sea.
-Pues empezamos mal... Yo he traído poquísimo dinero. El cabrón de mi jefe dice que como soy freelance, que le presente una cuenta de gastos a la vuelta.
-Un poco cutre, no?
-Mucho. Creo que es que mi jefe se cree que la vida real es como los cómics de Corto Maltés, que el tío va de un lado a otro y nunca tiene que pagar nada.
-Bueno, Corto tenía su barco...
-Quizás. Pero me da igual...además el vuelo es a Herat, ¿no?
-Si, claro! Conmigo!
-Hmmm...sí eso está bien pero está también el pequeño detalle de que yo voy a Chagchadar, que está como a trescientos kilómetros de allí y...uf, no me apetece nada pasarme los próximos dos días estrujado en un minibus por las carreteras de Afganistán.
-No te preocupes, seguro que nuestra gente de Herat te ayudan.
-Seguro. Y me cobran cien dólares, sin duda ¿Tú los conoces?
-En persona no, pero he hablado con ellos por teléfono. Parecen majos. Y tú eres un poco cutre por creerte que las oeneges son como los cómics, que viajamos de gratis por la vida. Eso es sólo para los organismos oficiales, que además pagan mejor.
-Me encanta tu delicioso espíritu voluntario...muy propio de una francesita hippy como tú.
Se pelearon de broma un rato más, se dieron besos, y mordiscos, y recogieron su equipaje. Al aeropuerto los llevó Ahmed, el chófer del día anterior. Maru le pidió que, puesto que iban bien de tiempo, antes los acercara a ver, aunque fuera sólo desde el coche el palacio de Darulaman, la principal atracción del Kabul que todo turista cooperante debe ver. Ahmed accedió gustoso.
En el camino, Macri, que ya se había hecho un poco a la ciudad, se dio cuenta de que rodeaban el centro de Kabul y subían hacia las montañas de alrededor; pensó que la ciudad debía parecer un cráter, vista desde el cielo. A medida que ascendían el paisaje urbano se hacía más rural. Se les cruzaron algunos rebaños de cabras que trotaban entre las casas bajas y el polvo. Mucho polvo por todas partes. Sin miedo a caer en el tópico, Macri, hizo en voz alta una reflexión de lo más anodina:
-Sin duda Kabul es uno de los sitios más polvorientos del mundo.
- Eso es ahora señor Macri -le contestó Ahmed.
-Vaya, ¿el polvo también lo trajeron los americanos? ¿En camiones cisternas, para putear a los afganos?
- En parte sí, señor Macri. Esta avenida por la que vamos es la avenida Darulaman. Aunque no lo parezca, hace treinta años era una zona señorial, que llevaba hasta el palacio real, y tenía árboles centenarios a ambos lados de la calle. Toda esta parte de la ciudad que ahora parece un desierto era verde y fresca, llena de plantas y estanques.
-Y qué pasó? -preguntó Maru.
- Primero las tropas soviéticas talaron todos los árboles de la avenida para evitar los ataques de los muyahidines, que se escondían detrás. Después esto se convirtió en primera línea del frente durante muchos años y varias guerras. Lo machacaron tanto con artillería pesada que se hundieron los canales, arrasaron las casas grandes y el desierto volvió a ocuparlo todo.
-No me parece creíble que en Kabul hubiera plantas y palacios...como mucho mezquitas - terció Macri.
-Se ve que no conoce usted la historia de nuestro país, debería haber venido usted antes y asistir a mis clases.
- ¿Clases de qué? -Preguntó divertido Macri.
- De historia. Quizás no lo crea pero yo soy profesor de historia en la Universidad de Kabul. O lo era. Lo que pasa es que hace ya tiempo que la Universidad dejó de pagarnos el salario. Y cuando lo hacen, lo que pagan no me da para vivir ni una semana. Como chófer de MEDERA cobro casi diez veces más. Aún doy algunas clases, pero sólo para alumnos especiales que me pagan algo extra.
-¿De verdad? ¿Y voy a tener que pagarte algo yo también para que me aclares algunas dudas históricas que tengo, relativas a una espada y al príncipe de Gor?
- Bueno, debería cobrarle un extra, pero podemos interpretar que está incluido en mi sueldo de chófer: explicarle la ciudad y la historia a los huéspedes que nos visitan. ¿Qué quiere saber?
-Todo. Es decir, es que no tengo ni idea de historia de tu país. Sólo sé que lleváis treinta años de guerras y que, estáis todos divididos en tribus, la mayor parte de las cuales están intentando matarme o secuestrarme.
-¿Se refiere a alguna amenaza en concreto?
-Yo diría que sí. Parece ser que el tipo al que tengo que localizar para que me firme el contrato de edición de su libro además de escritor y militar es descendiente del príncipe de Gor, o al menos tiene su espada. Y eso afecta a una pelea entre hazaras y kuchis, que viene de antiguo.
-Jajajaja -Ahmed estalló en carcajadas, típico humor negro afgano- ¿Lleva usted sólo dos días en Kabul y ya se ha metido en ese lío? Son unos liantes. Como usted sabe, la mayoría de los afganos somos de etnia pashtun o, aunque es menos importante, tadjika. Eso significa que la mayoría somos musulmanes sunníes y hablamos darsi. Sin embargo nuestro país no es homogéneo. En esta zona, como en toda Asia central, ha habido siempre multitud de etnias y tribus diferentes conviviendo. Los kuchis y los hazara son dos de esas tribus. Lo más parecido a ellos que tienen ustedes en sus países son los gitanos, como ustedes los llaman. Los hazara han vivido siempre en la parte de Bamiyan, son chiitas pero muy poco religiosos, de origen mongol; con ojos rasgados. Y se dedican a la agricultura. Los kuchis son nómadas. Llevan siglos dedicados a moverse con sus rebaños y, aunque ellos dicen que son pastunes, en verdad no son nada; tienen la piel oscura y las mujeres visten con muchos colores, como las prostitutas...
-Todo eso ya lo sé, Ahmed. Me lo han contado ya tres veces, desde que llegué. Una al día. Y ahora los dos grupos de gitanos se pelean por unos valles, lo sé. De hecho creo que me voy a hacer un especialista en etnología afgana.
-Bueno, usted me ha preguntado. Intentaré no repetirme, no sé...dígame ¿Qué sabe usted del príncipe de Gor? No sea que también en eso lo conozca ya -Ahmed cultivaba una ironía que no le hacía perder la buena educación.
-Conozco la película.
-¿Ah sí?
-Claro, El Hombre Que Pudo Reinar, con Michel Caine y Sean Connery. Y supongo que de joven leí también el relato de Kipling, aunque en verdad no lo recuerdo.
-¿Sólo eso?
-La otra noche el amable señor tuvo la
-está bien creo que ya lo sabe todo. Yo puedo contarle poco de eso. Cuando yo estudié, a finales de los setenta, en la Facultad no se llevaba ahondar mucho en la época del Gran Juego.
-¿Eso qué es? -preguntó Maru.
- Francesita, eso se estudia en bachillerato - sonrió Macri provocador.
-Será en Chipre. En Francia estudiamos cosas más interesantes...
- Bueno pues fue la época en que Inglaterra y Rusia luchaban por controlar Asia. Era la época de la india colonial inglesa y el Zar de Rusia inició una campaña de conquista por las colonias del norte, acercándose a Japón y a la India. Para frenar la expansión rusa los ingleses intentaron levantar a las tribus afganas contra los rusos. Y estos contra los ingleses. Es el ambiente de fondo de las novelas de Ruyard Kipling.
- Hmmm...yo conozco el libro de la selva.
-Bueno de esa no, de las demás.- Ahmed miraba sonriente por el espejo retrovisor. Sorprendido de que Macri supiera siquiera eso:
- Quizás señor Macri anda Usted buscando tesoros por aquí. La espada del príncipe de Gor, o la Torah de David Alroy... sólo los locos que vienen buscando tesoros saben algo de historia. y se dejan secuestrar.
- Te equivocas Ahmed, yo sólo quiero que un ucraniano loco me firme un contrato para traducir un libro que ha escrito, y volverme cuanto antes a Londres a que me paguen. por cierto ¿Eso es el palacio?
Efectivamente, la avenida acababa justo ante el destrozado palacio Darulaman. Pararon el todoterreno en una pequeña explanada, justo enfrente de un cuartel de la ONU. Desde el coche se veía un muro medio caído y al fondo los restos del palacio en mitad de un solar lleno de montones de chatarra oxidada. Había una caseta de guardia vacía pegada al muro del edificio. Macri no había tenido tiempo de leer ninguna guía turística del lugar antes del viaje y Maru, por su parte, tenía por costumbre no leer jamás nada de ningún lugar antes de visitarlo, porque decía que así perdía emoción. Así que Ahmed tuvo que hacer de guía-profesor de historia una vez más. Gratuitamente. Les explicó que el edificio gigantesco, que evocaba lejanamente al Reichstag de Berlín, era el símbolo de la época del Rey Amanullah, que lo construyó en los años veinte. Esa fue su época de esplendor. Después fue también la residencia de Zahir Shah, el último rey de Afganistán, que daba fiestas que aparecían en las revistas del corazón del mundo entero. Era, según Ahmed, un tipo apuesto, con bigotillo fino, que alternaba con el Sha de Persia y con Grace Kelly en los sesenta, cuando en Europa se pensaba que Afganistán era un país exótico de cartón piedra. Después obligaron al Rey a exiliarse y el palacio se convirtió en la residencia del Presidente Amin. Ahí Ahmed adoptó voz de narrador de documentales:
-La noche del 27 de diciembre de 1979 un grupo de élite del ejército soviética tomó por asalto el palacio y asesinaron al Presidente. Intentaron que pareciera un golpe de Estado interno, pero esa misma noche, paralelamente, los paracaidistas rusos tomaron el control sobre el aeropuerto internacional de Kabul, y unidades regulares del Ejército soviéticos cruzaron la frontera en dirección a Afganistán. Ahí empezó una guerra que todavía no ha terminado.
-En verdad a mi -terció Maru- la otra vez que vine, me lo enseñaron como el Palacio de Amin.
-Sí, hay bastante gente que aún lo llama así. El palacio siempre ha estado en el centro de la historia. Años más tarde, en 1992, cuando Masud, el león de Panshir, el más famoso luchador de Afganistán, liberó Kabul de manos de los talibanes también instaló en el palacio su centro de operaciones. Hoy ahí enfrente ¿lo veis, allí a lo lejos? Hay una base norteamericana... y entretanto, todos los extranjeros que vienen a Kabul suben alguna vez a hacerse fotos en el palacio de Darulaman.
-¡Yo tengo una! -saltó sonriente Maru.
- Es que la señorita Maru es una turista aplicada. En mi casa, mi madre guarda aún una foto hecha un año de nacer yo en la que aparece sentada en la baranda delante del palacio, que está en llamas. Es impresionante. Fue el incendio de 1968, que acabó con el palacio y que pudo verse desde toda la ciudad. Estuvo dos días ardiendo. Es como si esto se hubiera pasado más tiempo en ruinas que utilizándose. Sin embargo en aquella ocasión lo reconstruyeron muy rápido y un año después ya se daban de nuevo fiestas para la realeza mundial. Y hasta repararon un trenecito de vapor que unía Darulaman con Kabul. De pequeño mis padres me traían algunos domingos a ese tren.
El palacio era en verdad majestuoso. Parecía construido sobre una colina artificial. Le faltaba casi todo el techo y absolutamente todos los cristales de las ventanas. también se veía algún muro caído, pero no dejaba de resultar espectacular, en estilo austro-húngaro.
-Y quién construyó esto?
- Obreros afganos, señor Macri, ¿quién si no?
-Me refería al arquitecto.
-Oh, trajeron arquitectos alemanes, evidentemente.
-Se ve que aquí para las cosas importantes traéis siempre gente de fuera.
-Los extranjeros solitarios que vienen a Afganistán sólo suelen traer problemas. Mire la historia del palacio, o la de la torah de la que hablábamos ayer. Mi país tiene una especie de imán para los aventureros... pero a casi todos acaba por salirles mal. Tenga cuidado, señor Macri.
-Ja,ja,ja.. muy sibilino Ahmed. Me caes bien! De todas formas creo que ya es hora de irnos, no quisiera perder mi avión.
-Por supuesto, señor Macri.

DÉCIMOSEGUNDA ENTREGA (Sólo para mayores de 18 años)

Nada más entrar al cuarto se besaron. Más que besarse parecería que se les quedaron los labios pegados, pues sin separarlos un milímetro fueron quitándose mutuamente la ropa y acercándose a la cama. Macri demostró su habilidad para abrir el cierre del sujetador con una sola mano, pero Maru no lo apreció porque estaba entretenida intentando abrir los botones del cierre de su pantalón, que el chico no usaba cremallera. Sin dejar de besarse, mordiéndose los labios y saboreándoselos los dos se fueron quedando desnudo. Macri se asustó un segundo por la capacidad prensil de los dedos de los pies de la francesa, que le quito los calcetines casi sin que se diera cuenta.
Maru se dejo caer boca arriba en la cama y se trajo con ella a Macri, que le cayó encima pero se echó cómodamente a un lado. Para no aplastarla, y para mirarla. De pronto le pareció muy guapa. Las rastas le caían para un lado y le marcaban el contorno del rostro, haciéndola más atractiva. Los pechos en esa posición le parecían más redondos. La noche anterior Macri apenas había podido fijarse en su cuerpo. Ahora los pezones le parecieron perfectos: naranjas, salientes, duros. Apenas tenía vello por todo el cuerpo, y el del pubis lo llevaba recortado, escaso.
A la chica se la notaba excitada, impaciente, a la espera. Macri le pasó un dedo por la frente, acariciándola. Bajo el dedo por la nariz, por el mentón, entre los pechos..la acariciaba con ese único dedo, recorriendo la línea imaginaria que divide a cualquier cuerpo en dos. Al pasar sobre el ombligo ella dio un respingo, pero se esforzó en quedarse inmóvil. Paró el dedo al llegar a su clítoris y percibir cierta humedad ahí. Ella lo miraba en silencio.
Le rozó el pezón izquierdo, acariciándolo con la yema del dedo, y notó que ella apenas se inmutaba. Macri tenía una teoría sobre los pezones de las chicas. Según su experiencia, los pezones de las chicas con pechos grandes son menos sensibles. Por eso dudó si apretar; se lo pensó; se mordió el labio; y presionó el pezón entre dos dedos. Fue aumentando la fuerza con la que lo apretaba hasta que ella gimió levemente:
-Eyy, me duele.
-¿De verdad? No tienes cara de dolor.
-Me duele, pero me gusta.
-¿Y ahora? -Macri apretó fuerte el pezón entre sus dedos. Maru cerró los ojos y apretó la boca, pero no se quejó. El le habló con voz muy suave:
-Me gusta. Me gusta ese punto donde se mezclan el límite del placer y el principio del placer. Me gusta tenerte en ese punto, que no sepas si te duele, o te gusta, o las dos cosas -Maru gimió queda- ¿Sabes? Tienes un nervio especial que conecta cada pezón con tu clítoris. Yo te aprieto aquí -apretó- y una corriente eléctrica te recorre por aquí, por aquí -con la yema del dedo iba dibujando un camino desde su pecho, por la piel del abdomen, dejando a un lado el ombligo y hasta el punto más sensible del cuerpo de la chica, que rozó levemente al acabar.- Lo sientes? Mira, te vuelvo a apretar y verás como si te concentras todo lo que yo te haga en tu pezón tú lo sientes en tu coño. Lo notas.
-Sí. No sé si es ese nervio o es autosugestión, pero lo notó...ayyyyy- Macri apretó ya sin pudor el pellizco sobre el pecho de la francesa, que no quejaba, simplemente gemía concentrada. De hecho, le apretó los dos pezones a la vez, cada uno con una mano, con todas sus fuerzas, una presión constante que a él mismo le cansaba los dedos. Muy fuerte. El cuerpo de Maru se revolvía, estaba evidentemente muy excitada, abandonada. Tan abandonada que muy pronto los gemidos se convirtieron en grititos, cada vez más fuerte. Dobló la cabeza hacia un lado, como hacen muchas mujeres cuando se vana correr. Él mantuvo la presión en los pezones y el suave movimiento rotatorio de sus manos mientras la muchacha arqueaba la espalada, respirando my fuerte, gimiendo hacia dentro a la vez que aullaba bajito. Macri notó que estaba muy cerca de llegar a un orgasmo y efectivamente no paró hasta sentir que todo el cuerpo de ella temblaba como en un escalofrío extenso y parecía lloriquear. Entonces se detuvo y besó suavemente los dos pezones, con los labios muy húmedos, calmándolos después de ese juego. Maru se hizo un ovillo. Aún sacó fuerzas para hablarle, con voz de niña pequeña, a su amor:
-Uuufff, que bonito!!! me vas a matar! Mmmmm, ahora quiero que me hagas el amor, Macri, por favor, fóllame, por favor.
-No, francesita..ni hablar de eso. Quiero que hoy duermas así, sin perder tu excitación, sin dejar de sentirme y de desearme.
-Pero estoy muy mojada. Te quiero dentro.
-Que va pequeña, ni hablar -le pasó una mano por la mejilla y la frente, acariciándola cariñoso.
-Hmmmm... pues tu también estás excitado. Muy excitado - Le señaló su sexo. Duro e inhiesto.
-Me aguantaré las ganas, yo también.
-Pues parece que tu también estás húmedo - Acarició con un dedo la punta de la polla del chico y se lo llevó, mojado a los labios.-Uauuu...qué bien sabe! sabe dulce!
-No exageres, Maru.
-No tienes ni idea, está dulce, de verdad. -La francesa se irguió lo justo para meterse la punta rosada de ese sexo duro entre los labios y lo lamió a conciencia, como quien saborea un caramelo. Volvió a recostarse relamiéndose los labios.
-Oyeee, que me has excitado.
-Pues te aguantas. A dormir!
Los dos se abrazaron, sonrientes. Ella se acomodó sobre su pecho y cuando ya casi estaban dormidos los dos le dijo al oído la única frase que el recordaría al día siguiente:
-me encanta el sabor de tu líquido preseminal.
Durmieron así. A medianoche se separaron un poco para acomodarse cada uno a un lado de la cama. Macri se despertó durante la noche, pero volvió a dormirse con la comodidad de sus dos culos rozándose.
Por la mañana los despertó temprano el ruido de una alarma. Maru sin desperezarse aún, no se refrenó las ganas de besar a su amado. Un montón de besos minúsculos arrojados sobre sus labios terminaron de despertarlo. Él le sonrío, para no ser menos:
-Me encanta despertarme con tus besos, sabes?
-No seas cursi! Que te has despertado con la alarma de mi móvil!
-Vale, pero tus besos recién levantado son muy acogedores.
-Eso es porque tú tienes unos labios deliciosos, y una no se puede privar de besarlos.
-Pues a ti, francesita, te huele el aliento.
-Hmmmm... eso es porque no me das caramelos de chocolate.
-Se me olvidó traerte.
-Hay un paquete abierto ahí, en la mesa - Macri, estiró el brazo y tras rebuscar un instante a ciegas se topó, efectivamente, con un paquete crujiente. Lo cogió.
-Vaya, son M&M!
-Claro, tonto, Macri y Maru!
-je,je. genial! Pero Sólo quedan tres. -Maru lo miró y se limitó a sonreír, con una sonrisa larga y brillante. Bastante traviesa.
-Vale, comprendido. Un caramelo para la niña -cogió uno, de color rojo, y lo usó para acariciar los labios de ella- Hmmm... qué hambre, verdad? -Siguió rozándoselo por los labios, sin darle opción a comérselo. Empezaron a jugar de nuevo.

DÉCIMOPRIMERA ENTREGA

En el peace hostel el ambiente era muy similar al día anterior y Macri pensó que la vida en Kabul debía ser, en gran medida, un eterno día de la marmota. Estaba Joe, con sus gafas de pasta de intelectual americano y leyendo un libro mientras fumaba con pose de intelectual americano. A su lado, como si no lo conocieran de nada, estaban el payaso sin fronteras y un voluntario irlandés pecoso. Susurraban y fumaban con aspecto de estar salvando al mundo. Por supuesto que Macri y Maru sólo saludaron a Joe. Es increíble la facilidad con la que uno elige amigos en Kabul.


Maru coció macarrones, Macri les echó salsa de tomate y todos juntos se los comieron. Durante la cena tuvieron una animada charla sobre la Cábala. Resultó que Maru efectivamente había leído mucho del tema. Insistió en que era más una filosofía que algún tipo de brujería o adivinación, pero sonaba poco convincente. Macri, que hasta ese momento no sabía nada del tema sacó sus propias conclusiones.

Por lo que dedujo, al menos en Kabul, la Cábala era más un método de predicción del futuro. De hecho Zebulón, al parecer, se ganaba la vida leyéndole el futuro a afganos que venían incluso desde muy lejos a verlo. Según Maru, aunque la Cábala trata de darle al hombre recursos para aprovechar y disfrutar el mundo, originariamente se hizo a través de números. Por eso los cabalistas más iniciados dicen que es la ciencia de los números y saben predecir a través de la matemática. Macri no se molestó en verbalizar su impresión de que la matemática es una ciencia y eso de ver el futuro una superstición. Entonces Joe terció contando que hay cabalistas que creen que el origen de todo es el lenguaje. Puso mirada mística mientras fumaba y se explicó:

-Algunos maestros de la cábala el nombre de Dios está formado por todas las letras del alfabeto y por eso sus infinitas combinaciones sirven para explicar el mundo. Todo lo que se dice, todo lo que se hace en el mundo, estaba ya en el nombre de Dios.

-Eso suena a Borges.

-Porque Borges era cabalista.

-Hmmm..vaya, me está entrando sueño –Macri bostezó por primera vez.- De todas formas lo que no entiendo es lo del libro ese, el Tohar, que decía Zebulón.

Le respondió Joe, que estaba resultando ser un erudito en materia de doctrina judía:

-El Zohar es el libro que escribió Moisés ben Semtob. Fue un sabio sefardí del siglo trece, que vivió en España. El Zohar es una especie de interpretación de la Torah, como unos comentarios a cada libro de los textos sagrados. En verdad la Cábala surge a partir de ese libro.

-¿Ah sí? –Maru estaba liando un cigarrillo sin dejar de mirar fijamente a Joe, como si acabara de descubrir que era un pozo de sabiduría.- ¿Y sabes algo de qué tiene eso que ver con Kabul y con Zebulón?

-Yo nunca he llegado a verla, pero dicen que en Kabul se guardaba una Torah con los comentarios de David Alroy.

-Sí, algo de eso dijo. ¿Quién es ese David?

-David Alroy fue un judío que se consideraba a sí mismo un mesías. Ya sabéis, para los judíos el mesías está siempre por llegar. Ese David fue un judío kurdo que en la época de las cruzadas encabezó una rebelión de los judíos de Bagdad contra el sultán musulmán. Era un tipo interesante; había estudiado profundamente la Biblia y el Talmud y dicen que tenía poderes mágicos. Fue un adelantado a su tiempo, porque quería que todos los judíos se escaparan a Jerusalén para instaurar allí su propio estado independiente. Erezt Israel.

-Un visionario. El primer sionista!

-Sí, y con poderes mágicos. Dicen que era capaz de hacerse invisible y gracias a eso pudo escaparse de la cárcel del Sultán cuando fracasó su rebelión. Entre los judíos hay quien cuenta que el mito de las alfombras volantes de Persia nació también con David Alroy. Al parecer algunos judíos, entre ellos su suegro, acabaron por traicionarlo y los soldados del Sultán le tendieron una emboscada, pero cuando ya lo tenían por completo cercado salió de entre las callejuelas de Bagdad sentado en una alfombra que desapareció volando…

-Y acabó en Kabul, no?

- Según algunos se hizo pasar por un vagabundo y llegó hasta Afganistán, donde se instaló un tiempo. En todo caso la tradición dice que su Torah, de la que nunca se separaba, se quedó aquí, depositada en la sinagoga. Al parecer, Moisés ben Semtob escribió el Zohar inspirándose en un resumen de los comentarios de Alroy que le había llevado benjamín de Tudela, un sabio viajero sefardí que recorrió Asia por aquella época. Pero el original de LeRoy se quedó aquí, en espera de alguien tan sabio como él que los pudiera descifrar por completo. Mucha gente cree que esos comentarios esconden el secreto de su magia.

-Pues entonces lo van a tener crudo para recuperarlos –interrumpió Macri.

-Por qué?

-Porque el que se los llevó se ha hecho invisible. Ha descubierto el truco y ahora no va a haber quien lo encuentre.- Maru y Joe rompieron en carcajadas y ese fue el final de la charla erudita. La chica se fumó su cigarro liado, Joe la acompañó con un cigarrillo y Macri se sirvió vino de la botella de Lionel el payaso.

Al cabo del rato Macri percibió que Maru lo miraba intensamente y concluyó, con acierto, que era el momento de irse a la cama. Puso el vaso en la mesa.

-Vamos, nos acostamos, Maru?

-Claro, estoy cansada – Lionel los miraba con ojos como platos y no se pudo reprimir una pregunta:

-Juntos? Vais a dormir juntos?

-Sí. Algún problema? –Maru sabía mirar desafiante.

-No. Nada. Cada uno con su vida pero…qué rápidos.

-No le echéis cuenta – Joe los miraba desde sus gafas de pasta con cierta sonrisa paternal.

-Bueno, pues buenas noches –le respondió Macri tranquilo.- Pero antes de irme dime una cosa, Joe.

-Qué?

-Como es que sabes tanto de la cábala y de esas leyendas antiguas.

-Es que soy judío. Y no estoy seguro de que sean sólo leyendas. Buenas noches.

DÉCIMA ENTREGA

Las cosas no siempre salen como uno las planea. Macri y Maru se subieron al Toyota felices, traviesos y algo excitados. Dispuestos a pasar el resto del día en el cuarto de Maru, con la calefacción encendida y bebiendo vino prohibidísimo. Entraron aguantándose las ganas de cogerse de la mano en público.
Entonces Macri tuvo un gesto de sociabilidad, y eso hizo que cambiaran sus planes. De nuevo.
Nada más instalarse en el sillón trasero del todoterreno, que olía a plástico y a nuevo, como si estuviera a miles de kilómetros de las calles de Kabul, pensó en que no debía tratar al chófer, de quien sólo sabía que se llamaba Abdul, como una cosa o un sirviente antiguo. Así que aprovechó para darle conversación y, de camino, informarse.
-Tú que sabes de los kuchis, Abul?
-Hmmm, más o menos lo que todo el mundo por aquí, señor Kibris -Macri, mentalmente, le había puesto un “sahib” al final de la frase, como los sirvientes indios de las películas coloniales. Aún así se animó a seguir:
-Pero conoces a Hasmat Ghani y Naim Kuchi
-Jajajaja! Claro! Todo el mundo conoce a esos dos, se llevan como el perro y el gato. Seguro que muy pronto uno de los dos se carga al otro. Cosas de nómadas.
-Y tú que opinas de eso?
-Bueno, parece que a veces es más fácil pelearse con quien más se parece a ti, ¿no?
-En nuestros países pasa igual, sobre todo con los partidos de izquierda. Tenemos millones de partidos radicales de izquierda revolucionaria que se odian entre sí...su mayor enemigo no son nunca los capitalistas, sino los disidentes.
-Aquí sucede lo mismo. Aunque en realidad en la pelea entre Naim Kuchi y Ghani hay algo más, hay también una lucha mafiosa por convertirse en el representante de los kuchi ante los americanos y conseguir algo de los millones de dólares que van regalando a cualquier jefe para pacificar el país, pero en todo caso Afganistán tiene una considerable tradición de odiar antes a tu hermano que a tu enemigo. Ahí está el caso de los judíos de Kabul.
-¿También hay dos grupos de judíos peleados? -Macri puso cara de estupefacción divertida, mirando a Maru, que hasta se animó a decir algo.
-Vaya, nunca me ha secuestrado un judío, pero algo me dice que me falta poco.
-No, que va! No hay, para nada, dos grupos de judíos. Lo que hay son dos judíos.
-¿Perdona? ¿Qué quieres decir?
-Pues eso. En Kabul sólo quedan dos judíos. Todo el mundo los conoce, viven, juntos, aquí al lado, en la sinagoga. Uno se llama Isaac y el otro Zebulón. Y se odian. Se pasan el día insultándose a gritos por la calle y se han denunciado uno a otro muchísimas veces.
-Eso no puede ser - Macri y Maru miraban al chófer a través del espejo retrovisor con la boca abierta.
-Que sí. Es una historia muy famosa. Hasta han hecho una película.
-¿Una película? -maru se reía.
-Sí. Durante un tiempo todos los periodistas europeos que pasaban por Kabul dedicaban una tarde a entrevistarlos y contar su historia. Después vino un francés y se pasó seis meses viviendo con ellos y rodó una película.
-¿Y aún así siguen peleándose?
-Por supuesto. Seguramente ahora ya son un poco prisioneros de sus personajes. A uno de ellos le dieron una paliza hace poco, creo que porque se ha corrido la voz de que les pagaron por lo de la película, pero yo creo que no. Si os apetece podemos ir a visitarlos.
-¿Forma parte del show turístico Kabul 2008? -la ironía, inevitablemente, era de Macri.
-Algo así.
-Yo quiero ir -gritó de pronto Maru. Y fueron.
Abdul el chofer aparcó en una calle ancha y polvorienta, muy cerca de donde estaban. La placa, en inglés, indicaba que era la calle de las Flores. Delante de una casa grande y cuadrada. Entraron a un patio común. Parecía ser una casa de vecinos de dos plantas, bastante desvencijada. En el centro un amplio patio de tierra donde crecían algunos matojos y por el que había diseminadas varias herramientas viejas y oxidadas. Todo era tan polvoriento como el resto de Kabul aunque quizás un poco más deteriorado aún de lo habitual. Abdul pasó al patio y empezó a llamar a Isaac a gritos. Al momento salió un viejo encorvado, similar a cualquier otro viejo de Kabul, salvo por un gorrito negro que evocaba lejanamente a una kipa judía.
-Mira Isaac, esto son dos cooperantes extranjeros, uno es ingles y la otra francesa, acaban de llegar a Kabul y se morían de ganas de conocer al último judío de la ciudad.
-Bienvenidos, bienvenidos. No sé como se os ocurre venir a Afganistán. Este país ya no merece la pena, no es un sitio agradable para vivir.
-¿Y usted por qué se queda?
-Mi familia ha emigrado toda a Israel pero yo no pienso irme. Me gustaría visitar Israel, Jerusalén, pero volver aquí. Yo nací aquí, soy afgano, no podría vivir en ningún otro sitio. Además, no podría irme hasta que vuelva a aparecer la Torah de Alroy.
-¿Qué Torah es esa?
-Se ve que no es usted judío. Todos los judíos del mundo saben que Kabul se guarda la Torah de David Alroy. Los comentarios de Alroy, que se levantó contra los musulmanes para defender a los judíos, incluyen todos los comentarios hechos de su propia mano. La misma que usó luego Moisés ben Semtob para escribir el Zohar. En la Torah de Alroy se guarda la primera explicación de la Cábala; muchos secretos y predicciones. Sabéis lo que es la Cábala?
-Por supuesto, es una filosofía mística judía- Maru, que escuchaba concentrada al judío, contestó con seguridad, se ve que le atraía lo místico y había leído libros sobre la Cábala. Macri se dijo a sí mismo que ya le había notado a la francesa un cierto parecido con Madonna, pero como no era el momento de bromear con todo eso, no dijo nada.
-No sólo eso. La Cábala es la esencia de nuestros textos sagrados; la explicación del mundo a partir de la Torah. La cábala permite el descubrimiento del mundo que se esconde bajo la letra de los textos, es decir de la realidad de la vida humana.-Isaac hablaba despacio, se ve que no era la primera vez que hacía esta narración- A través de la cábala puedes conocerte a tí mismo, y puedes prever tu futuro como hombre. En la Torah de Alroy y en el Zohar, para quien sepa interpretarlo, viene la predicción de toda la historia. Eso sí, la línea maestra de la cábala es la rectificación, para entender la cábala hay que aprender para ser mejor cada vez...pero eso no lo sabe esa sucia rata de Zebulón.
-Supongo que se refiere a su amigo, el "otro" último judío de Kabul -Interrumpió Macri...y se ganó una mirada asesina de Maru.
-Ese cerdo no es judío ni nada. Es un impostor. Ha renunciado a su fe y es un ladrón... yo sé que ha sido él el que ha robado la Torah, para dársela a alguno de sus amigos musulmanes.
La conversación se desarrollaba en el patio polvoriento, en pastún y con Abdul traduciendo. Macri se dio cuenta de que a maru el tema le interesaba así que jugó un poco a hacer de mecenas de la comunidad judía y encontró la manera de hacerle saber a Isaac que como admirador de su capacidad de resistencia en un entorno tan hostil se sentía en la obligación moral de regalarle algo. Le preguntó a Abdul por el precio de un saco de harina e insistió hasta que Isaac aceptó la donación en efectivo. No le costó demasiado caro (menos que comer en un bar de menú barato en Londres) y a cambio Isaac los invitó a su habitación, les ofreció té y estuvieron un buen rato charlando.
Les contó que él había nacido en Herat, pero muy joven se fue a estudiar a Teherán. Allí estudió siete años con un gran rabino que le dio un título que lo autoriza a dirigir las oraciones en la sinagoga. Isaac les enseñó el documento, amarillento, escrito íntegro en hebreo y metido dentro de un forro de plástico. También les habló de su relación con Zebulón. Hace años eran muy amigos, y ambos se fueron a la vez a vivir a la sinagoga de la calle de las flores. Empezaron a llevarse mal cuando en 1992 los últimos judíos se escaparon de Kabul. Según Isaac, Zebulón había colaborado con los talibanes y por eso durante los años de ocupación nadie lo molestó. Incluso dijo que creía que en esos años su colega se convirtió al Islam. De hecho se refería a él llamándolo Mulá Zebulón. Todos sacaron en claro que el episodio determinante para su enemistad había sido la desaparición de la Torah esa tan antigua, aunque Macri en verdad no había entendido nada de lo de la cábala. Sí comprendió que lo dos se culpaban mutuamente y a Isaac habían llegado a acusarlo ante los talibanes del robo. Menos mal que se ve que ni siquiera los talibanes, tan fieros como parecen, tuvieron ánimo para meterse en medio de las disputas de los dos judíos y el asunto no fue a más.
Cuando salieron de la sinagoga ya era de noche.

NOVENA ENTREGA

-Los hazara han hecho la mejor campaña de marketing de la historia. Han explotado a fondo la imagen de víctimas tras la voladura de los budas de Bamiyan. Las estatuas no eran hazara, pero ellos, con ayuda y dinero de la CIA, han sabido manipular todo para que lo parezca. Y para que parezca que ellos son el único pueblo afgano que se opuso a los talibanes y a los fundamentalistas islámicos. La gente en Europa se cree que los hazara han sido marginados por lo tolerante y lo abiertos que son. Se cree que ellos son los únicos que no le ponen burka a sus mujeres y que no son fanáticos religiosos. Es todo una farsa. Le desafío, señor Macri, a que encuentre una sola mujer kuchi con burka. Y si Usted visitara cualquier pueblo hazara y después un campamento kuchi, vería quienes son las auténticas víctimas, quienes pasan hambre.
-Hmmm, por qué las minorías siempre se pelean entre sí en vez de unirse contra quienes los machacan? Sabe? He visto lo mismo en Kosovo, los gitanos odiaban a los roma...
-Eso no tiene nada que ver con nuestra situación. Aquí nosotros somos los únicos nómadas, los hazara tienen sus terrenos de siempre, aunque no paran de expandirse, con el dinero de los americanos. Quieren quedarse con la mitad del país. Nosotros sólo queremos es un lugar para instalarnos, porque necesitamos gestionar nuestras vidas nosotros mismos. Todos los pueblos tienen derecho a instalar su nación en algun territorio, pero los hazara nos lo niegan.
-No comprendo, Ajmal. ¿Por qué van a odiaros?
-Desde hace siglos los kuchis pasamos seis meses al año en los valles de Gor. Esa zona siempre nos ha pertenecido. Aunque sólo vamos a Gor en verano, cuando los pastos están verdes y no hace viento helado, el terreno siempre ha sido nuestro. Por eso decidimos fundar ahí la patria kuchi. Nuestra idea es que seamos los kuchi los que administremos toda la provincia. Que quienes quieran se establezcan para siempre en las zonas de pasto y los que no, que sepan que van a poder seguir volviendo siempre aquí. En cuanto hicimos pública la idea los hazara se lanzaron a reclamar los terrenos. Forma parte de una estrategia norteamericana para pacificar Afganistán: intentan que el terreno controlado por los hazara, a quienes consideran sus aliados y que les parecen tranquilos y poco extremistas, se extienda todo lo posible. Su idea es que todo el centro del país sea zona hazara, a costa de expulsar a todo el resto de tribus. Y los hazra encantados, quedándose con los terrenos legítimos del resto de naciones afganas. Pero nosotros no nos vamos a resignar; dentro de dos meses, muchos de los kuchis que lleguen a Gor e instalen allí sus campamentos y sus yurtas para el pastoreo de primavera ya no se irán cuando llegue el invierno.
-Vaya, ahora dudo si odiáis más a los hazara o al simpático señor que nos secuestró anoche y que es de vuestra misma tribu.
-No, señor Macri, nosotros no odiamos a nadie. El islam es amor. Ni siquiera odiamos a los infieles hazara, que dicen que son chiitas pero es sólo para conseguir dinero de Irán y de los americanos... pero en verdad no creen en nada.
-Bueno, en algo creerán -Sin notar que Macri sonreía, Ajmal chasqueó la lengua y escupió al suelo, que es una efectiva manera de negar, en estas tierras. El tendero intervino entonces, él sí, sonriente por la broma
-En buda.
-Qué cabrón! -dijo Macri riendo. Todos habían entendido que se refería a las grandes estatuas de los budas de bamiyán, de setecientos años de antigüedad, que los talibanes dinamitaron en Bamiyan, la capital hazara.
-Bueno, amigos, tengo que irme, me están esperando en el gimnasio. Sólo quería explicarle la situación al señor Macri Kibris. No sé si todo lo que se cuenta de él y su misión aquí...
-¡Qué pesados!
-Decía que no sé si es todo cierto o no, pero si lo fuera, quiero que tenga en mente todo lo que le he contado. Y que se lo piense antes de colaborar con esos corruptos de los hermanos Ghani. Sólo eso. Ahora me despido.
Ajmal, muy correcto le dio la mano a Macri. También agarró levemente la de Maru, que llevaba un rato en silencio, dedicada a comer pastelitos de miel, como si con ella no fuera la cosa.
Cuando salió de la tienda el vendedor, que no había parado de rellenarles las tacitas de té, le dio un par de palmadas en el hombro a Macri:
-Bueno, ¿y no le interesaría llevarse una alfombra de recuerdo?
-Creo que no estoy en condiciones de cargar con una alfombra por todo Afganistán.
-Pero puedo guardársela hasta que vuelva.
-Mejor la compro a la vuelta, si acaso.
-Muy bien. Quedamos en eso –sonrió enseñando varios dientes negros- ¿Quiere ver las alfombras del once de septiembre? Son nuestra especialidad.
-¿Qué? - macri tenía cara de estupor, no se sabe si real o fingida. Maru reía con descaro.
-Os las enseño.
El tendero empezó a sacar alfombras de uno de los montones apilados a los lados de la visita y a extenderlas en el suelo entre ellos. La mayoría mostraban dibujos, esquemáticos e infantiles, alusivos a los atentados de Nueva York: dos torres con un avión en llamas dirigiéndose hacia ellas, las dos torres en llamas, a menudo la leyenda “11-S”, en grande, ocupando la parte superior de la alfombra.
-Son las que más éxito tienen ahora entre los occidentales -El vendedor puso una media sonrisa resignada al decirlo.
-¿Y estas también las exportáis a Pakistán?
-Por supuesto, aunque creo que allí nos las compran por otro motivos – guiñó el ojo- De todas formas lo de Pakistán es una ruina, apenas nos da para cubrir gastos. Lo verdaderamente rentable ahora son las exposiciones... pero es difícil que te inviten a alguna si no tienes contactos. Ni siquiera los sobornos funcionan. Hay dos mil comerciantes de alfombras en Kabul y sólo cien pueden ir a las exposiciones para vender, y son siempre los mismos: familiares de alguien conocido, o los socios que tienen la tienda a medias con algún político, supongo que ustedes no podrán ayudarme a ir a alguna exposición, ¿no? - Como respuesta Macri y Maru se limitaron a sonreír y enarcar las cejas. Era evidente que incluso en la escala de los trabajadores humanitarios ninguno de ellos ocupaba una posición especialmente relevante.
Al poco salieron de la tienda. Era ya la hora de la comida, así que Macri se quedó mirando a su amiga, sonriente, en la puerta del negocio:
-perfecto ¿y ahora me vas a llevar a comer a un sitio bonito?
-No. Te voy a llevar a dormir la siesta.
-¿dormir?
-Bueno, al menos te voy a llevar hasta mi cama, que hace horas que no te muerdo y se me está olvidando el sabor; una vez allí ya se verá si dormimos -A Macri no dejaba de extrañarle y de atraerle brutalmente esa manera de Maru de cambiar su personalidad aparente. Era capaz de estar callada mientras alguien les hablaba de secuestros o de espadas mágicas, como si tuviera poco carácter... pero cuando quería de revelaba fuerte, segura, mandona. No quedaba más que obedecerla. Tampoco le desapetecía.

OCTAVA ENTREGA

Maru pidió al chofer que los dejara al principio de la famosa Chicken street. La calle del pollo. Maru le contó que esa calle ha sido de siempre el centro del turismo en Kabul. En los años hippies era conocida entre todos los viajeros que hacían la ruta de Estambul a la India o Katmandú. Los mochileros de las flores y la marihuana trajeron una riqueza que ahora añoran los tenderos y la ciudad entera. Resulta curioso que aquí, aún, el turismo occidental sea sinónimo de jóvenes hippies y no de grandes tour de señores que se desplazan en autobús en masa y con guía. Es evidente que sólo podría pasar en un país en el que, como éste, no hayan dejado de sucederse guerras atroces desde los setenta. En todo caso la calle no había cambiado mucho desde la época, a pesar de talibanes, muhaidines y americanos.
La acera era una fila ininterrumpida de tiendas; la mayoría de alfombras, pero también de especias, de ropa y hasta de electrodomésticos y comestibles. Estantes con productos colocados delante de cada tienda ganaban terreno a la calle y obligaban al peatón a pasar por dentro de los negocios al andar por la calle. Formaba así una especia de pequeño bazar, algo cutre.
Ellos se bajaron justo frente a un antiguo hotel adornado con una señal colgante y oxidada con el nombre de la calle escrito en inglés, con letras azules sobre fondo amarillo. Parecía que en cualquier momento fuera a salir una pareja de jóvenes con mochila fumando porros del hotel. Pero estaba cerrado. No hay nada más triste que pasear por un sitio turístico donde no hay turistas; la decadencia y su melancolía se apoderan del paseante y hasta el más estricto llega a echar de menos algunos señores con camisas llamativas y cámaras de fotos. En vez de eso una pandilla de niños echó a correr hacía ellos. Rodearon a Macri ofreciéndole tarjetas de teléfonos prepagadas, caramelos y mecheros con linterna. Agitaban los productos delante de su nariz, le tiraban de la ropa y casi no lo dejaban caminar. El lado bueno es que la horda de chavales pedigüeños le impedía apreciar el vacío de la antigua calle turística. Maru, a la que los niños apenas incordiaban, andaba divertida de la situación, y sin parar de hablarle al pobre Macri, que iba irritándose por momentos:
-Sabes? Hay un coordinador de la ONU que de joven vino a Kabul, en los setenta, en plan hippy, en una furgoneta Volkswagen. Cuenta que era el único país de Asia donde no había mendigos ni te acosaban niños por la calle -Maru andaba tranquila, más relajada también porque al ser mujer la manoseaban menos.
-Sería porque era hippy, y hasta los niños se daban cuenta de que no tenía un duro, sólo yerba para fumársela. (Los teléfonos móviles son ubicuos en Kabul).
Los niños eran persistentes. Los seguían calle abajo y les estaban estropeando el paseo. Maru se cansó y empezó a decirles "mañana". Extrañamente algunos se conformaron y se quedaron atrás, eso si, después de amenazarlos con el índice y decirles "mañana" a su vez. Los que se quedaron eran, sin embargo, los más pesados. Sobretodo una niña pequeña le tiraba de la manga y se llevaba la mano a la boca, pidiéndole comida y que amenazaba con romperle el corazón a Macri.
-Quizás si vamos por la calzada podemos dejarlos atrás.
-Ni se te ocurra bajarte de la acera
-¿Tienes miedo de que nos atropellen? -Justo en ese instante in convoy militar italiano pasó por la calle, con soldados armados hasta los dientes en la torreta de cada blindado.
-Que va, y eso que entre los coches estropeados y las bicicletas tendrías muchas papeletas, pero no. Son normas de seguridad y uno acaba acostumbrándose. Es por los VEBI. En la calzada eres un objetivo fácil.
-VEBI?
-Vehículo bomba improvisado. Así le llaman aquí. Los de naciones unidas tienen la manía de ponerle siglas a todo.
-Ya, los franceses preferís las abreviaturas y los diminutivos.-En ese momento uno de los tenderos sentado ante su negocio y observando a la gente pasar se levantó y agarró fuertemente a Macri del brazo.
-Entre, Mister, entre. Alfombras afganas auténticas.
-Es que no llevo dinero, de verdad.
-Mirar es gratis. Placer para los ojos. Pasen, pasen.-A la vez dio un par de palmadas que ahuyentaron a los críos que se habían acoplado a Macri. Este gesto de autoridad lo convenció y se dijo que no iba a pasarle nada malo por ver algunas alfombras. Entraron a la tienda. El lugar estaba en penumbra y llenísimo de objetos. Cacharros de metal, de madera, de piedra, amontonados por todos sitios. En el centro una alfombra mullida y varios taburetes donde se sentaron. Olía ligeramente a hachís. Por su parte, el comerciante era obsequioso y antes que nada les ofreció un té. Mandó a un niño corriendo a hacer un recado.
-Mi nombre es Jamil, bienvenidos. Aquí tenemos de todo. Alfombras de Kunduz y de AltiBolag; joyas de aguamarina y turmalina; y la reina entre las piedras preciosas afganas, lapislázuli. Azul con motas de oro. También tengo antigüedades, cuchillos con mangos de marfil, lámparas y teteras decoradas como tesoros... Pero no tenéis que comprar nada. No os he invitado para vender, sino para charlar.
-¿Pasan muchos extranjeros por aquí?
-Bueno, no es como antes, pero algunos hay. Sobre todo militares y empleados de la ONU. Últimamente han dejado de venir por temor a los atentados. Algunos comerciantes han montado tiendas en el interior de las bases americanas, pero yo me niego a que te cacheen cada día y a sentirme un extranjero en mi propio país, sólo por dinero. ¿Más té? -Macri asintió con la cabeza y alargó la taza, sentía mucha curiosidad por saber algo más de ese país. A su lado Maru sonreía callada mientras daba sorbitos a su vaso de té.
-En verdad el negocio va bastante mal. ¿No veis que está todo polvoriento?
-Pensé que era así, para que parezca más antiguo.
-Qué va. Tengo la tienda tan llena de mercancía que casi no puedo moverme, y hemos dejado de comprar cosas nuevas porque no vendemos nada.
-¿Y de qué vivís?
-Sobrevivo con algún cliente que pasa suelto. Gente que se va a casar, afganos que vivían en los Estados Unidos y se vuelven. También exportamos a Pakistán, pero, ¿sabéis? El principal negocio ahora son las exposiciones. En las exposiciones internacionales se vende mucho y caro, pero hay una mafia que decide quién va y quién no a las exposiciones.-En ese instante entró como un huracán un hombre grande y barbudo en la tienda
-¿Qué hablas de mafia, viejo loco?- Al vozarrón le siguieron un par de carcajadas no menos intimidantes. Era moreno de piel, se le notaba fuerte debajo de la impecable shelwa. Le extendió la mano a ambos
-¿Qué tal? Mi nombre es Ajmal. ¡Ya tenía ganas de conocer al famoso Macri Kibris y a su guapa amiga francesa! -Institivamente Maru y Macri se miraron uno a otro y luego miraron a la puerta, asustados y buscando un escape ante lo que tenía toda la pinta de ser un nuevo secuestro.
-No tengáis miedo. Soy amigo vuestro.
-Tenemos demasiados "amigos" en Kabul, y eso que acabo de llegar.
-Os hablo en serio, podéis confiar en mí. Yo soy kuchi, en el barrio me conocen como Aimal el Kuchi. Mi familia entera es nómada y yo mismo me crié entre los nómadas aunque luego me vine a Kabul porque soy deportista y necesitaba instalaciones para entrenar. Ahora ya he dejado la competición y soy el dueño de un gimnasio.
-Has venido a invitarnos a que nos apuntemos? -La ironía era siempre cosa de Macri. Maru lo dejaba hacer en estas situaciones y adoptaba su actitud más discreta. Miraba el combate verbal en silencio, sorbiendo su té. Casi como una mujer afgana, sólo que divirtiéndose por dentro con el espectáculo.
-Creo que no os vendría mal visitar el gimnasio. Pero no he venido a eso. Ya sé lo que pasó anoche, vuestra visita a casa de Hasmat Ghani Ahmadzai. No debéis creeros nada de lo que os cuente ese viejo corrupto. Ghani no es kuchi ni nada. Su familia ha sido siemprea famosa por ser unos estafadores. Su padre ya era un estafador, que hizo dinero vendiendo y comprando ganado en mal estado. Cuando llegaron los rusos lograron escaparse a Pakistan y montaron un negocio de contrabando de opio. Luego la familia se instaló en los Estado Unidos y llegó a tener varias industrias de importanción, todas mafiosas. Hasmat y su hermano Ibrahim compraron su licenciatura en economia y el padre se convirtió también en donante de partido republicano. Cuando los americanos ocuparon Kabul los dos hermanos corrieron a instalarse aquí vendiendo la imagen de que eran honestos empresarios norteamericanos de origen afgano dispuestos a volver a su país, una vez liberado, y a asumir el riesgo de invertir aquí. En verdad han vuelto a encargarse del negocio del opio y mantienen algunas empresas que viven de los sobornos y que se llevan todas las adjudicaciones para construir carreteras y depósitos de agua que hacen los norteamericanos. Tienen todo el apoyo de los yankis, que como no se enteran de nada piensan que como financian al partido republicano, pues son de confianza. De hecho obligaron a Karzai a nombrar a Ibrahin Ghani Ministro de Finanzas, y ahí sigue. El mayor gánster de Afganistán,
encargado de que nadie defraude a Hacienda!
-Vale. Es una historia muy interesante, pero yo ya me había dado cuenta de que es un gangster. Sin necesidad de conocer esa historia. bastó con me me secuestrara, me diera una paliza y amenazara con matarme para deducir que no es el tipo más honesto de por aquí. Así que, ¿por qué vienes a contarme todo eso tú?
-Porque sé que te habló de la espada del Príncipe de Gor. Y sé que quiere utilizarte para conseguir echar a los hazara y que todos los kuchis lo reconozcan como lider.
-Bueno, él afirma que ya es el lider de los gistanos esos.
-No somos gitanos, señor Macri, aunque compartimos antepasados con ellos. Somos nómadas. Kuchis.
-Como quieras.
-El caso es que Hasmat Ghani no representa a ningún kuchi, sólo a sí mismo y a su hermano. El único verdadero representante de los Kuchis es Naim Kuchi, desde siempre. Él es nuestro líder. Fue el primero que consiguió hacernos sentir como una nación, no como parias y el primero que nos unió a todos. Con él conseguimos crear nnuestro propio ejército y hacer que se nos respetara en Afganistán. Gracias a eso logró que hasta los talibanes nos tuvieran miedo y nos dejaran en paz. Cuando los americanos llegaron, la familia Ghani utilizó su influencia para difamar a Naim. Urdió un montaje para intentar demostrar que había sido amigo de los talibanes y para acusarlo de traficar con opio. Obligó a colaborar con la farsa incluso al propio presidente Karzai, que invitó aNaim una reunión que era una trampa. Cuando llegó lo detuvieron los soldados americanos y lo mandaron a Guantánamo. Se pasó allí dos años. Entretanto al señor Hasmat Ghani Ahmadzai le permitieron ocupar los escaños reservados en el Parlamento para la nación kuchi. Cuando por fin conseguimos que liberaran a Naim y volvió aquí tuvo que esconderse para que no lo mataran. Desde entonces Hasmat Ghani está empeñado en quitarlo de enmedio. Ha intentado varias veces descreditarlo inventándose escándalos y hasta difundió un falso video sexual suyo con prostitutas tadjikas.
-Hmmmmm, las favoritas de Borat, sin duda.
-Eso no es ninguna broma en nuestro país, señor Macri. En todo caso, el momento de la nación kuchi ha llegado. Y en las próximas semanas tanto Ghani como los hazara harán lo posible por acabar con Naim.
-Qué pintan los hazara en todo esto?

SÉPTIMA ENTREGA

Se levantaron un momento después, tras un rato muy breve de besos y caricias más tiernas que excitantes. Maru se fue directa a la ducha, aprovechando que a esas horas había agua, y Macri a la habitación donde tenía su litera y su equipaje. En el pasillo se cruzó con Joe, que le dio sonriente los buenos días y lo animó a desayunar con él, así que apenas tuvo tiempo de llegarse a su petate y cambiar su camiseta sucia por otra limpia del mismo color negro, y se fue a buscar al americano.
La casa había sido construida, evidentemente, en los setenta. La sala la habían pintado en verde pálido y tenía una enorme ventana por donde ya, tan temprano, entraba mucho sol. El suelo, como el del resto de habitaciones, de moqueta. Los muebles también parecían ser de los setenta. Sentado en torno a la mesa y ante sendos tazones de café estaban el payaso y un chico pelirrojo y barbudo en animada charla. Charla intelectual, por supuesto. Joe lo reclamó desde la cocina.
Era la cocina donde se habían besado por primera vez la noche anterior. Joe estaba calentando al fuego una tetera con agua. Le explicó que la electricidad de la red no tenía fuerza bastante para hacer funcionar el microondas. Y efectivamente el aparato estaba conectado a un pequeño generador eléctrico pegado a la ventana. Macri no entendió qué relación podía tener el microondas con el desayuno. Al fin y al cabo las cafeteras no necesitan electricidad. En todo caso, Joe el llenó un tazón de agua y el pasó el bote de nestcafé y el del azúcar, ninguno de los dos demasiado limpios, por cierto. En ese momento llegó Maru con el pelo aún mojado. Se había puesto una camisa blanca, también de hombre, y se llenó otra taza.
-Tú sólo tienes camisas de hombre?
-Es que tengo muchos amigos. -Dijo eso, sonrió, le guiñó el ojo y le dio un beso rápido en los labios. En ese orden. Macri no tuvo tiempo de reaccionar y se quedó paralizado pero contento.
-Esa es ma petite - Joe, risueño parecía orgulloso de la chica. Le dio un golpecito amistoso en el hombro a Macri y se salió al salón con el café. Ellos dos se quedaron en la cocina.
-Bueno, qué planes tenemos para hoy?
-Yo tengo que ir un momento a la oficina de MEDERA, y a ti te vendría bien también para recoger tu billete de avión a Herat. No sé qué habrán gestionado, pero yo mañana tengo que ir a visitar un proyecto nuestro allí, estaría genial si podemos irnos juntos, no?
-Mañana? Yo pensaba que iba a poder volar hoy mismo. Le pedí a Gerard que lo organizara todo para acabar cuanto antes. Además yo no voy a Herat sino a Chagcharag, que es donde me dijo el famoso Boris Paton que está destinado.
-No sé nada de eso. Esas cosas las lleva Gerard pero si quieres te llevo a la oficina si quieres. Después, si no te vas hoy, podemos dar una vuelta por Kabul. Puedo enseñarte un poco la ciudad.
-Hmmm, turismo de guerra? Me encantaría...a ver qué me cuenta Gerard.
Maru telefoneó al chófer de su organización y poco después el sonido de una bocina indicaba que había llegado su vehículo. Un Corolla blanco. Maru volvió a taparse el pelo con un pañuelo. esta vez uno estampado de flores. Macri pensó que era una pena tapar esos rizos negros y que debajo del pañuelo jamás se le iba a secar el pelo. Pero se calló y subió al todoterreno.
En la puerta del peace hostel se cruzaron con una mujer con burka. Su primera mujer con burka.
En ese momento se dio cuenta Macri de que sólo llevaba medio día en Afganistán.
Durante ese tiempo había paseado por Kabul de noche, lo habían secuestrado, había dormido con una chica y quizás hasta se había enamorado. Todo demasiado de prisa.
Después de ésa vinieron muchas otras mujeres con burka. Kabul, de día ya, resultó ser una ciudad grande, moderna, animada y más próspera de lo que Macri se esperaba.
Estaban a principios de abril, pero aún hacía frío. Kabul ocupa un valle extenso rodeado todo de montañas. En esa época aún quedaba nieve en las montañas y aunque el paisaje polvoriento transmitía sensación de calor apetecía el calor del vehículo.
En pocas calles se vieron de pronto envueltos en el tráfico caótico de la ciudad. Maru le comentó que sólo existían dos semáforos en toda la ciudad. Era el típico detalle que siempre se le contaba a los recién llegados. En algún cruce había apostados entre los coches policías de tráfico con mascarillas quirúrgicas, Macri supuso que por la polución. Todos llevaban rifles de asalto y no resultaban demasiado eficaces en su tarea de regular la circulación. No se puede decir que los vehículos siguieran realmente ningún carril. Se circulaba haciendo eses, esquivando a los vehículos que venían veloces de frente y al montón de peatones deambulando por mitad de la calle.
La mayoría eran hombres, pero también se veían algunas mujeres. Más a medida que se acercaban al centro.
Había muchas mujeres sin burka. La mayoría con un chador o un simple pañuelo. Incluso alguna con pantalones vaqueros. Macri vio incluso algunas chicas jóvenes andando junto a muchachos de su edad, algo inaudito en un país tan fundamentalista. Eso sí, era justo al lado de un centro comercial. Una mole de diseño, con enormes cristales tintados, que desentonaba absolutamente entre las casas marrones de la ciudad.
Se cruzaron con algunos autobuses. Eran antiguos, de color gris oscuro y azul. La gente rebosaba de ellos como de un tren africano mientras avanzaban lentamente entre una nube de polvo.
Llegaron a su destino. Era un edificio alto del centro. Impersonal, con un aire inequívocamente soviético, como si jamás lo hubieran terminado del todo. La oficina de MEDERA estaba en el segundo piso. Tuvieron que pasar el ya tradicional control en la puerta del edificio, y uno más al ir a entrar al espacio de la ONG.
Dentro había varias mesas. La gente sentada en ellas ante sus respectivos ordenadores apenas hicieron caso alguno a macri, que se limitó a seguir a Maru hasta otra habitación donde entraron tras llamar discretamente a la puerta.
-Este es Macri. Y este Gerald.
-Bienvenido, ¿qué tal el viaje?
-uff, hace ya tanto que casi ni me acuerdo.
-Pues me parece que llevara aquí una semana.
Hablaron un poco más de banalidades. Después Gerard le explicó lo complicado que era reservar plaza en el vuelo de Naciones Unidas a Herat y que sólo habían podido encontrarle una para el día siguiente. También le explicó que personal de MEDERA en Herat iba a ayudarlo a conseguir un transporte hasta Chagchadar y a conseguir los permisos para entrar en la base militar. Gerard era el típico francés alto, de nariz aguileña y flequillo cayéndole sobre la frente. Parecía ir pronto con prisas y los despachó pronto. Antes de entrar Maru le había advertido de que nadie tenía por qué enterarse de su vida privada, así que tampoco ellos dos mostraban demasiada confianza entre sí. La francesa tenía que hacer algunos papeles y entregar unos informes y le propuso que la esperara por ahí.
Macri se dio una vuelta por la oficina. Como nadie le hablaba era aburrido, así que salió a pasear por la planta del edificio. Había alguna habitación completamente vacía, en obras y justo al lado otras oficinas, de algo que parecía un banco. Había también un cuarto con ventanales y unos guardas dentro jugando al backgammon. Se quedó un rato mirando el juego y como Maru tardaba, decidió asomarse a la calle. Justo delante del edificio había varios puestos de libros antiguos extendidos en la acera. Se detuvo a mirarlos. La mayoría eran libritos muy gastados, con los títulos en caracteres árabes. Se fijó en uno que estaba en inglés titulado "como aprender inglés sin profesor". La frase incluía dos faltas de ortografía. En ese momento se le acercó un señor de mediana edad, con barba y turbante a rayas. Lo agarró del hombró y Macri se sobresaltó; se le vinieron de pronto a la mente todas las escenas de la noche anterior y a punto estaba de salir corriendo en busca de los guardas, cuando el hombre le habló en un inglés muy deficiente:
-Hola. Como Está Usted. Mi nombre es Mahmet.
-Hola. -Macri desconfiaba aún, aunque le había soltado el hombro.
-Yo estudiante de inglés. Mucho gusta mi idioma y poco hablo.
-Oh, no lo habla Usted muy bien.
-Gracios. Mi no hablo bueno. No muchos ingleses Kabul para practicar.
-Pues no se nota.
-Encantado de conocerle. Mucho gusto –El hombre sonrió enseñando una dentadura toda negra y le agitó fuertemente la mano a modo de despedida. Dejó a Macri feliz, sintiéndose un poco estúpido de haberse atemorizado sin sentido de un buen hombre. Así que se animó a pasear unos metros calle arriba entre el gentío.
Hacía más fresco y el viento traía nubes de polvo. No se había dado cuenta hasta ahora de la cantidad de polo que sobrevolaba Kabul. Pese a todo la calle estaba colapsada de gente. Recordaba a un rebaño tupido de los de las películas de vaqueros. Entre la masa se abrían paso a bocinazos bicicletas, todoterrenos y carricoches de colores. Macri lo miraba todo encantado.
De pronto pasó un convoy militar a gran velocidad. Sin frenarse a pesar de la multitud. Eran Hummer sobre los que asomaban cañones y soldados americanos. La gente salió corriendo de la calle. Se apartaron con prisas abriéndole un pasillo como por arte de magia, y sin que hubiera ningún atropello que lamentar. Eran apenas cinco vehículos y tras ellos la multitud volvió a ocupar las calzadas como si nada hubiera pasado.
De pronto la ciudad le parecía mucho menos amenazadora. Se sentía cómodo con las risas provenientes de la casas de té, la música a todo volumen que salía de casi todas las tiendas diminutas que abarrotaban algunos edificios, todas con el mismo letrero azul colgado en la puerta. Aquí y allá algún transeúnte se había sentado en el suelo, apoyado en la pared para disfrutar del sol en un día tan fresco. El aire olía a carne y kebab.
Como siempre pasaba últimamente, de su disfrute lo sacó la voz de Maru llamándolo de lejos y haciéndole señales exageradas. Se acercó obediente, y hasta sonriente.
-¿Dónde te habías metido?
-Fui a dar una vuelta.
-¿Y qué tal? ¿Qué te parece mi ciudad?
-Tupida.
-Bonita definición. Venga, vamos, tenemos el resto del día libre.

SEXTA ENTREGA (solo para mayores de 18 años)

Maru tenía una habitación individual en la casa, aunque era poco más que una cama y una mesa. En la ventana había colgado un pañuelo pintado y había otro, típicamente afgano, en la pared. Sobre la mesa, entre los papeles, un grupo de velas variadas aportaban un mínimo aire femenino;algo  innecesario, en todo caso, a la vista del montón de sujetadores, camisetas y  ropa interior de chica desperdigados por el cuarto.
Cuando Macri y Maru entraron y cerraron la puerta hubo un primer instante de incertidumbre. Se quedaron mirándose, apenas unos segundos, sin saber exactamente qué hacer. Verse de pronto en la habitación les dió a los dos un poco de corte. Hasta que él volvió a besarla. Un beso bonito, mordiéndole los labios, chupándoselos con gusto, que volvió a llevar a Maru a esa especie de nube cálida donde todo fluía mucho más fácil. De hecho fue ella la que, sin dejar de besarse, le levantó la camiseta por al espalda a Macri, hasta quitársela. Él le abrió uno a uno los botones de su camisa negra. Le mordió suave la barbilla, el cuello. a cada roce de los labios secos, maru temblaba levemente. Se abandonaba.
Mientras le mordisqueaba la abrazó y le desabrochó el sujetador. La echó sobre la cama. Maru se quedaba quieta y lo dejaba hacer. Él la acariciaba pensando que tenía pinta de chica fuerte: los hombros anchos, la piel tersa.  Se apartó para mirarla, recorriendo a la vez su esternón con el dedo índice. Tenía la piel ligeramente áspera, morena. Los pechos pequeños pero muy redondos. Los pezones oscuros.
Descubrió un poquito de vello cerca de sus pezones, pero no le molestó. Rozó el pezón izquierdo con la punta de la lengua y ella gimió un poco. Se detuvo un rato así, dándole ahí golpecitos con la lengua, pero notó que ella se relajaba. Así que le rozó el pezón deliberadamente con los dientes y eso la hizo temblar un poco más. Insistió y, aprovechando que acababa de descubrir algo sobre ese pezón lo sujeto entre dos dedos cuando subió a morderle suave el labio inferior. Justamente en ese momento ella deseaba un beso así, recordar a Macri en persona, más allá de la sensación agradable de sus pezones.
La miró a los ojos, desde muy cerca y justo entonces apretó el pezón. Un pellizco un poco más fuerte que las caricias de antes. Ella puso cara de dolor... que transformó un segundo después en expresión de placer, así que continuó apretando. Sólo lo liberó cuando dio un gritito. Y entonces volvió a besar el pezón, a humedecerlo y chuparlo para calmarlo, antes de pelllizcarlo de nuevo, esta vez por sorpresa y más fuerte. Apretó fuerte unos segundos y notó como un dolor intenso recorría el cuerpo de Maru y se convertía inmediatamente en placer al llegar a su sexo. Lo notó en su cara, en sus gemidos. En su forma de balancear todo el cuerpo.
Se besaron con ganas, mordiéndose golosos. La chica movia todo su cuerpo buscando el de Macri y él, que lo notó, introdujo su pierna entre las de ella. Siguieron besándose mientras se frotaban, bailando suavemente al mismo ritmo tumbados en la cama. Los dos llevaban aún los pantalones puestos, y él seguía apretándole el mismo pezón derecho. A ella se le entrecortaba la respiracíón, se notaba a punto de explotar y, encima de todo, notaba la fuerte erección de él apretando contra su muslo. Ya no aguantaba más:
-Fóllame. Por favor, fóllame de una vez.
-Aún no.
-No seas cruel, neecsito que me folles.
-Aguanta un poco.
A la vez que hablaba se estaba separando de ella. Le sonrió. Le abrió el botón del pantalón. Le bajó la cremallera. Agarró los pantalones por los bajos y se los sacó tirando de ahí. Ella levantó el trasero para facilitarle la tarea y en un instante se quedó en braguitas. él se las quitó del mismo modo, sin mirarlas prácticamente. La miró, ya desnuda. Tenía el pubis abundante y la marca clara de haber tomado el sol en bikini. Le abrió las piernas y se arrodilló en la cama entre ellas. Colocó una mano en cada muslo, manteniéndolos separados, y con la punta de la lengua, sólo la punta, le rozó el clitoris. Ella, que no se lo esperaba se sobresaltó y dio un respingo. La punta húmeda de la lengua de Macri le rozaba insistente el clítoris, sin prisas: le daba golpes suave, lo acariciaba, dibujaba circulitos en él, una y otra vez. Ella abrió la boca y empezó a gemir muy alto, sin miedo de que la oyeran en las otras habitaciones.
Gemía a espasmos, perdiendo poco a poco el control de su propio cuerpo. Se corrió si esperárselo, pero fue un orgasmo pequeño y disimulado. Como un saltito del que se recuperó al momento entre los labios del chico, que la chupaban despacio, como quien saborea un helado. A él le excitaba ese juego, esa manera de llevarla arriba y abajo. Para seguir se chupó un dedo y colocó la yema, sin empujar, en la entrada del culo de ella. A la vez, aceleró el ritmo del movimiento de su lengua. Maru sentía que podía volver a correrse, sus caderas de movían solas y sentía como si un globo de aire excitante se le fuera inflendo bajo el vientre. Ella estaba fuera de sí,  incapaz de sentir nada de su cuerpo que no fuera el placer. Macri se excitó a ver que, con su movimiento, la chica iba haciendo ella misma que el dedo entrase más y más en su trasero. Hasta estar dentro del todo. Él empezo a moverlo, masajeando la pared, rozándole el coño desde dentro de su culo y sin parar de lamer, chupar, mamar y sorberle el clitoris.
Ahí estalló Maru. En una explosión intensa, brusca. Sintió que se desbordaba. Macri notó en su mano cómo le palpitaba el coño, y notó también que le mojaba. Ella se acurrucó, desahogándose en su orgasmo y él esperó un instante antes de masajearle suavemente la cabeza. Lo miró sonriendo:
-Eres muy lindo, sabes?
-Pes tú tienes un coño muy bonito.
-Idiota! -Volvieron a besarse.
Se pasaron un buen rato bromenado, entre besos. Los dos estaban felices.Ella por haberse encontrado con un chico así, tierno pero aventurero. Él porque se sentía cómodo y confortable. Cuando se quedaron dormidos la muchacha tenía apoyada la mejilla sobre su pecho. A media noche cada uno se echó a un lado de la cama.
Al amanecer a los dos los despertó la alarma del teléfono móvil de Maru. Lo apagó y buscó los labios de su nuevo amor.

QUINTA ENTREGA

Aunque era algo tarde para Kabul en el salón aún estaba Lionel, un catalán de payasos sin fronteras, sentado en un sillón con los pies en la mesa, escribiendo y bebiendo vino. Era un tipo delgado, alto, con el sombrero de vagabundo bien calado. Escribía dándose aires evidentes de intelectual. Macri y Maru se sentaron a su lado y se sirvieron dos vasos. El chico dejó su libreta. Macri se presentó y se intercambiaron las explicaciones de rigor sobre lo que hacía cada uno en Afganistán. Lionel sólo llevaba dos semanas, había venido acompañando a una ONG que trabajaba en hospitales de inválidos.
-¿Y tú que impresión has sacado del país en estas semanas?
-Terrible. Es muy triste el daño que han hecho los talibán.
-¿Sólo los talibán?
-Bueno, ellos sobre todo, aunque es mucho más complicado, la historia de Afganistán en demasiado compleja como para explicártela en un momento. Los talibanes, los pastunes, los muyaidines... todos eran unos fanáticos musulmanes, pero los talibán peor. Podían matar a una mujer porque se le resbalara el burka y destrozaron todas las televisiones del país.-Lionel estaba verdaderamente pedante. Macri lo escuchaba sonriente:
-¿De verdad? Y tú en que lo has notado?
-Se nota en todo, en cuanto viajas un poco por el país.
-¿Has viajado mucho?
-Bueno he estado en Herat. No te imaginas lo peligroso que es moverse por aquí. Tienes que ir siempre con escolta.
-Pues he oído que hay gente que se mueve por su cuenta.
-Qué va, ninguna! Es imposible. Lo que pasa es que los que trabajamos en oenegés pequeñas, como nosotros, sólo llevamos el chofer y uno o dos escolta. A nosotros nadie nos financia coches blindados ni todoterrenos de apoyo cargados de guardas; las organizaciones grandes sí lo tienen, pero a nosotros no nos dan nada. Nos jugamos la vida, pero es que lo nuestro es otro rollo, y a cambio somos más independientes.
-Es admirable.
-Lo sé. Nosotros estamos en contacto con la gente, hablamos con ellos y sabemos como va el país. Las organizaciones grandes son funcionarios.
-Hablas dari.
-No, pero tenemos un traductor muy competente. Se llama Yusuf y además hace de chófer y hasta lleva pistola. Es lo mejor que hay. El me ha enseñado de verdad como es Afganistán y sus costumbres. Una vez incluso entré en una casa afgana y la familia me invitó a té. Es toda una tradición, muy complicada de explicar, hay que conocer bien su cultura para integrarse como nosotros.
- No tengo palabras...-Macri estaba ya descaradamente cínico. Sin embargo el payaso no se daba cuenta de nada. Maru dudaba entre fulminar a su amigo con la mirada o reírse a carcajadas.
-Y lo de la guerra es terrible. Nuestra tarea aquí es importantísima.
-¿Te refieres a los payasos?
-Claro. A base de hablar con mujeres que han sido atacadas por sus maridos he llegado a la conclusión de que las mujeres no saben jugar, ¿sabes? Cuando les pido que juguemos a algún juego no saben plantearlo. Y si les digo juegos no pueden concretarlo, no logran generar con ingenio un juego con reglas, desarrollo y objetivo. Uff, Asusta.
-En verdad sí, me está entrando pánico -Macri lo dijo mirando a Maru, que tuvo que taparse la boca para disimular una carcajada.
-Es por el trauma de la guerra. Es típico.
-¿Y no tiene nada que ver con que sean musulmanas, ni con su cultura? ¿O con que aquí tengan una idea diferente de los juegos?
-Que va. Se ve que no conoces el país. La cultura musulmana es una cultura muy alegre, los niños se ríen con nuestros números y siguen nuestros juegos sin problemas..
-Es vosotros sois unos payasos profesionales -Ahí Maru que iba a estallar e risa se levantó bruscamente y se fue corriendo a la cocina.
-Oye, ¿estás de coña o qué?
-No, no, para nada. Perdona, voy a ver qué ha ido a hacer Maru. Ahora vengo- Macri se levantó con descaro y se fue a la cocina. Lionel se quedó mirándolo, mosqueado y con cara de indignado.
Maru estaba apoyada en el fregadero, con la mano tapándose la boca y el cuerpo entero temblando en espasmos de risa. Cuando Macri entró a la cocina y se puso a mirarla todo sonriente, ella le dio un pellizco fuerte en el hombro, sin parar de reír:
-Eres lo peor, has hecho que me ría en su cara!
-No, lo peor es él con sus opiniones pedantes y cutres. El tío no se ha bajado del coche, no sale sin escolta, no entiende una palabra del país y encima se permite dar lecciones.
-Hombre, algo sabrá después de un mes aquí!
-¿Tú crees? Apuesto a que nunca ha entrado en un kebab. Y no sabe ni decir buenos días.
-Hombre, lo de ir a los kebab ya hemos visto que no siempre es buena idea.
-Eso es cierto. Qué miedo! Menos mal que el payaso ese ha hecho por lo menos que nos riamos.
-Creo que me han hecho daño de verdad en la sien.
-Pobrecita...mmm..y el tío dice impunemente que es que las mujeres afganas no saben inventar juegos interesantes por culpa de la guerra! Es inconcebible, no me puedo imaginar a nadie que diga más estupideces por minuto...
-He dicho que me duele -lo interrumpió.
-¿Donde?
-Aquí, en la sien- Maru le estaba poniendo morritos. Cara de pobrecita.
-¿Quieres que te dé un beso?
-Ajá -Movió la cabeza afirmativamente.
-Vale. -Macri se acercó a besarle suave la sien, pero cuando iba a hacerlo Maru giró la cabeza y sus labios se encontraron.
El primer a beso a cualquier persona siempre es especial. Es como si cuando dos bocas que no se conocen tuvieran una textura especial. Una lámina fina pero áspera, que se desgasta a medida que las bocas se acostumbran una a la otra. Por eso en el primer beso los labios siempre parecen más secos, más ásperos, sin explorar. Son un espacio mágico sin nada que ver con el resto del cuerpo del otro.
Así lo sentían Maru y Macri. El beso empezó seco, superficial, como si cada boca pellizcara a la otra. Un cariño concentrado que fue creciendo, como en ondas. Y entonces el beso creció. Se volvió húmedo. Los labios empezaron a abrirse, a ampliarse. Él mordió el labio inferior de ella; ella el de él. En poco tiempo las dos bocas jugaban una con la otra sin límites ya. Estuvieron besándose un rato largo, en silencio, dedicados a sentirse. Se chupaban, se mordían, se acariciaban con la lengua. Los mordiscos empezaron a ser más fuertes y entonces tuvieron que apretarse uno contra otro. Macri sintió el pecho de Maru apretarse contra el suyo y sus caderas chocando con las suyas.
Ahí Maru se separó de Macri y lo agarró de la mano:
-Vamos a mi cuarto.
Los dos pasaron, corriendo y agarrados de la mano por delante del payaso catalán, que apenas se dignó en mirarlos.