-Gracias. Intento estar cómodo. Supongo que ustedes saben muy poco de los kuchis. Es uno de los pueblos más milenarios del mundo; somos los antepasados de lo que ustedes llaman gitanos. Desde hace miles de años los kuchis viven moviéndose libremente entre Persia y la India. Nunca hemos respetado fronteras de ningún tipo. En invierno llevamos nuestros rebaños al abrigo de los desfiladeros del sur del país y en primavera volvemos a las grandes praderas. Siempre ha sido así. ¿Sabe usted que los kuchi fuimos los que introdujimos los camellos en Persia?
-No, no lo sabía.
-Pues así es. Y las caravanas de la ruta de la seda las llevaban todas los kuchi. Somos un pueblo viajero, por eso nos llaman así. Nómadas. Nadie, ni siquiera los talibanes, se ha atrevido jamás a impedirnos movernos tranquilamente por estas montañas.
-Usted no tiene pinta de ganadero.
-Es cierto, señor Macri. Pero eso es porque en estos momentos me dedico a defender los derechos de mi pueblo. en los tiempos que corren alguien tiene que estar aquí, entre los políticos, para que otros puedan llegar a las praderas y alimentar a su ganado y mi pueblo no se muera de hambre. ¡Usted no sabe cuánto echo de menos cabalgar en mi caballo arreando una manada entera por un desfiladero! Desgraciadamente, ahora mi misión es ayudar a mi gente de otra forma.
-Con la famosa espada.
-Efectivamente. Como el señor Macri ya sabe, aunque se empeñe en negarlo, la espada de Josiah Ham es el símbolo del príncipe de Gor. Quien la tenga tendrá también el derecho sobre todas las tierras que rodean Chachagar. Esas tierras nos pertenecen a nosotros; el rey Abdur Rahman, nieto de Dost Mohamed, nos otorgó la propiedad de toda la provincia, donde siempre habíamos llevado los rebaños a pastar, y hay documentos que lo prueban. Es el lugar donde vamos a establecer la gran capital nómada, la patria kuchi.
-¿Y para qué necesitan la espada?
-Tras la caída de los taliban, los perros hazara engañaron a los americanos para quedarse con nuestras tierras. Hicieron que pareciera que nosotros habíamos apoyado a los talibanes y que ellos eran los únicos que se habían resistido. ¡Nosotros a los talibanes! Si yo tuve que exiliarme en los Estados Unidos y me quitaron todas mis empresas! El caso es que esos infieles malnacidos quieren quedarse con las tierras de los kuchi. Como ahora están en una posición de fuerza, con el apoyo americano, los hazara están vulnerando todas las normas antiguas y las tradiciones de nuestro país y nos quieren negar el acceso a nuestra principal fuente de vida, que son las praderas de Gor. Y eso no lo vamos a consentir.
-¿Pero la espada quien la tiene?
-¡Ya basta! sabes perfectamente que la espada la tiene el ucraniano ese, que quiere dársela al desgraciado de Naim Kuchi. Mira, Macri, yo no sé para quién trabajarás, pero si os atrevéis a apoyar a ese falsario, os aseguro que se va a desatar una campaña de bombas, atentados y muertes que os arrepentiréis de haber venido a Afganistán a jugar a vuestros juegos ignorantes. Ya basta. Estás avisado. No tengo nada más que decir. Espero que hayas entendido lo que te conviene. Coge el número de teléfono que te va a dar Abdel y más te vale aprendértelo de memoria, si quieres volver algún día a tu país, sea el que sea.
Uno de los secuestradores, barbudo y con la ropa apestando intensamente a grasa de cordero le colocó en la mano a Macri un papel pequeño y doblado y le hizo cerrarla. De nuevo todas las conversaciones fueron en dari. El dueño de la casa no se despidió de ellos, y los hombres volvieron a cubrirles la cabeza con los mismos trapos apestosos y los arrastraron fuera bien agarrados.
El trayecto de vuelta en coche fue más tranquilo, en silencio, sin soltarlos pero también sin golpes. Cuando el todoterreno paró y les quitaron las capuchas estaban enfrente del peace hostel. Seguramente para hacer ver que sabían dónde vivían y la inutilidad de los guardianes que seguían sentados frente a cada casa.
Entraron al patio en silencio. Macri iba cabizbajo cuando lo maru lo cogió del codo y lo apartó a un lado:
-Espera. No entres aún.
-¿Qué pasa?
-Han estado a punto de matarnos. Me duele un montón aquí -se tocó la sien-. Por favor, explícame de qué va todo este lío.
-No tengo ni idea. Primero pensé que me habían confundido con otro, pero ahora diría que lo que pasa es que alguien que no entiende muy bien inglés has estado escuchando nuestras conversaciones y se ha inventado todas estas fantasías.
-¿Tú crees?
-No, no lo sabía.
-Pues así es. Y las caravanas de la ruta de la seda las llevaban todas los kuchi. Somos un pueblo viajero, por eso nos llaman así. Nómadas. Nadie, ni siquiera los talibanes, se ha atrevido jamás a impedirnos movernos tranquilamente por estas montañas.
-Usted no tiene pinta de ganadero.
-Es cierto, señor Macri. Pero eso es porque en estos momentos me dedico a defender los derechos de mi pueblo. en los tiempos que corren alguien tiene que estar aquí, entre los políticos, para que otros puedan llegar a las praderas y alimentar a su ganado y mi pueblo no se muera de hambre. ¡Usted no sabe cuánto echo de menos cabalgar en mi caballo arreando una manada entera por un desfiladero! Desgraciadamente, ahora mi misión es ayudar a mi gente de otra forma.
-Con la famosa espada.
-Efectivamente. Como el señor Macri ya sabe, aunque se empeñe en negarlo, la espada de Josiah Ham es el símbolo del príncipe de Gor. Quien la tenga tendrá también el derecho sobre todas las tierras que rodean Chachagar. Esas tierras nos pertenecen a nosotros; el rey Abdur Rahman, nieto de Dost Mohamed, nos otorgó la propiedad de toda la provincia, donde siempre habíamos llevado los rebaños a pastar, y hay documentos que lo prueban. Es el lugar donde vamos a establecer la gran capital nómada, la patria kuchi.
-¿Y para qué necesitan la espada?
-Tras la caída de los taliban, los perros hazara engañaron a los americanos para quedarse con nuestras tierras. Hicieron que pareciera que nosotros habíamos apoyado a los talibanes y que ellos eran los únicos que se habían resistido. ¡Nosotros a los talibanes! Si yo tuve que exiliarme en los Estados Unidos y me quitaron todas mis empresas! El caso es que esos infieles malnacidos quieren quedarse con las tierras de los kuchi. Como ahora están en una posición de fuerza, con el apoyo americano, los hazara están vulnerando todas las normas antiguas y las tradiciones de nuestro país y nos quieren negar el acceso a nuestra principal fuente de vida, que son las praderas de Gor. Y eso no lo vamos a consentir.
-¿Pero la espada quien la tiene?
-¡Ya basta! sabes perfectamente que la espada la tiene el ucraniano ese, que quiere dársela al desgraciado de Naim Kuchi. Mira, Macri, yo no sé para quién trabajarás, pero si os atrevéis a apoyar a ese falsario, os aseguro que se va a desatar una campaña de bombas, atentados y muertes que os arrepentiréis de haber venido a Afganistán a jugar a vuestros juegos ignorantes. Ya basta. Estás avisado. No tengo nada más que decir. Espero que hayas entendido lo que te conviene. Coge el número de teléfono que te va a dar Abdel y más te vale aprendértelo de memoria, si quieres volver algún día a tu país, sea el que sea.
Uno de los secuestradores, barbudo y con la ropa apestando intensamente a grasa de cordero le colocó en la mano a Macri un papel pequeño y doblado y le hizo cerrarla. De nuevo todas las conversaciones fueron en dari. El dueño de la casa no se despidió de ellos, y los hombres volvieron a cubrirles la cabeza con los mismos trapos apestosos y los arrastraron fuera bien agarrados.
El trayecto de vuelta en coche fue más tranquilo, en silencio, sin soltarlos pero también sin golpes. Cuando el todoterreno paró y les quitaron las capuchas estaban enfrente del peace hostel. Seguramente para hacer ver que sabían dónde vivían y la inutilidad de los guardianes que seguían sentados frente a cada casa.
Entraron al patio en silencio. Macri iba cabizbajo cuando lo maru lo cogió del codo y lo apartó a un lado:
-Espera. No entres aún.
-¿Qué pasa?
-Han estado a punto de matarnos. Me duele un montón aquí -se tocó la sien-. Por favor, explícame de qué va todo este lío.
-No tengo ni idea. Primero pensé que me habían confundido con otro, pero ahora diría que lo que pasa es que alguien que no entiende muy bien inglés has estado escuchando nuestras conversaciones y se ha inventado todas estas fantasías.
-¿Tú crees?
-Puede ser. Mira, yo hablé con Boris, el autor, de que el principio estaba muy bien pero que iba a necesitar defender el título. Quizás algún zoquete confundió principio con príncipe, y pensó que el título era el título nobiliario.- Maru abrió mucho los ojos:
-No me lo puedo creer! -empezó a reírse.
-Claro que sí, mujer. Y cuando le dije que venía a valorar el trabajo, el mismo tipo seguramente entendió que me refería a tasar la espada. Recuerdo que le pedí discreción sobre el tema para que no se adelantara ninguno de nuestros competidores. Apostaría a que la confusión viene toda de ahí.
-Malditos idiotas!! -lo decía con una sonrisa incontrolable, y a Macri le pareció especialmente atractiva.
-Te duele mucho? -le pasó la mano por la sien.
-Ay! Si lo tocas me duele más!
-Y los hombros, ¿te duele si te toco los hombros?
-Creo que no, de hecho creo que necesito un abrazo.-Macri le rodeo los hombros con sus brazos y la mantuvo así, apretándola. Ella se dejó abrazar y le apoyó la cabeza en el hombro. El pelo le olía a petroleo y suciedad, pero extrañamente no era un olor desagradable, sino acogedor. A Macri le entraron ganas de besarla pero se conformó con apretarla contra sí y pasarle la mano por la espalda. Estuvieron así un buen rato, apretados y acariciándose, pero no se besaron. En vez de eso, Maru lo cogió suavemente del hombro y le propuso que entraran a la casa.
-No me lo puedo creer! -empezó a reírse.
-Claro que sí, mujer. Y cuando le dije que venía a valorar el trabajo, el mismo tipo seguramente entendió que me refería a tasar la espada. Recuerdo que le pedí discreción sobre el tema para que no se adelantara ninguno de nuestros competidores. Apostaría a que la confusión viene toda de ahí.
-Malditos idiotas!! -lo decía con una sonrisa incontrolable, y a Macri le pareció especialmente atractiva.
-Te duele mucho? -le pasó la mano por la sien.
-Ay! Si lo tocas me duele más!
-Y los hombros, ¿te duele si te toco los hombros?
-Creo que no, de hecho creo que necesito un abrazo.-Macri le rodeo los hombros con sus brazos y la mantuvo así, apretándola. Ella se dejó abrazar y le apoyó la cabeza en el hombro. El pelo le olía a petroleo y suciedad, pero extrañamente no era un olor desagradable, sino acogedor. A Macri le entraron ganas de besarla pero se conformó con apretarla contra sí y pasarle la mano por la espalda. Estuvieron así un buen rato, apretados y acariciándose, pero no se besaron. En vez de eso, Maru lo cogió suavemente del hombro y le propuso que entraran a la casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario